viernes, 20 de noviembre de 2009

Soy Estefanía Gaona Gordillo y este es mi trabajo sobre la Deshum,anización, el resto lo colgaré lo antes posible.
Según Wikipedia; el término deshumanización define un proceso mediante el cual una persona o un grupo de personas pierden o son despojados de sus características humanas.
Se trata de desvincular todo carácter humano de la obra de arte. Esta tendencia es vinculada especialmente como esencia o punto culminante en el arte joven, para Ortega.
Este arte joven es impopular, ya que su propio concepto lo indica; cuando algo es nuevo o innovador en su tiempo, no es conocido entre la masa, la cual necesita un tiempo para reconocer dicho arte. Sea ni popular ni impopular, no es ninguna de estas dos nociones, porque es nuevo, no ha llegado aún a ser nada por su carácter temprano. Con el tiempo todo llega a ser “popular”, a diferencia de este arte nuevo, que está sometido o basado en no llegar a la popularidad; ser impopular, más aún está afirmado por su aspecto antipopular.
A lo largo de la historia del arte, se ha alcanzado en diferentes niveles la popularidad. Como ejemplo que reivindica Ortega al Romanticismo, se puede considerar sumamente popular, capaz de mover masas y dejar mella en la sociedad, de tal forma que sea aplicable dichas nociones en la comprensión de todo, creando valores asumidos tan fuertemente que se llevan incluso a parámetros contrarios por excelencia.
La masa aplica los mismos principios del Romanticismo al nuevo arte, quedando para siempre la incomprensión del mismo.
La obra de arte nueva responde clasificando al público, que va más allá del gusto personal de cada individuo. Pero se trata de una clasificación casi impuesta, por su carácter implícito.
No se concentra en que a unos les guste y a la mayoría no. Sino, que la masa no entiende la obra de arte nuevo. Por lo que hay que dividir al público en dos clases de hombres; los que lo entienden y los que no.
Se considera que el arte nuevo no es para todo el mundo, no para la masa; siendo para una minoría, a diferencia de todo el arte anterior. Va dirigido a una minoría dotada de su comprensión.
La masa actúa alegando su incomprensión a este arte, desplazándolo como válido, afirman que no sirve y que está totalmente fuera de lugar. Todo esto es acentuado a través de la humillación a la que llega el hombre al contemplar su incultura, desconocimiento, etc., de tal forma que se basa en su premisa de que como no conoce no es válido, defendiéndose con su desprecio e indignación. Para este tipo de hombre es más fácil responder de esta manera que afirmar o reconocer su carencia de conocimiento.
Por otro lado, los que entiende se encuentran respaldados por un número inferior contra la masa que no entiende, teniendo una constante lucha en contraposición a la muchedumbre. Sobre todo, se encuentran en la dificultad de mantenerse ante tales.
Ante todos estos aspectos, los hombres se dividen en dos órdenes; los hombres egregios y los vulgares.
Bajo toda la vida contemporánea late una injusticia profunda e irritante: el falso supuesto de la igualdad real entre los hombres. La masa cocea y no entiende. Por lo que se debe hacer lo inverso. Debemos extraer del arte joven su principio esencial y entonces veremos en qué profundo sentido es impopular. Ortega y Gasset, Jose.

Si este arte joven no es claro y legible para todo el mundo, quiere decirse que su lenguaje no es para la generalidad humana. No queriendo decir esto que sean unos mejores que los otros, simplemente diferentes.
No para todo el mundo la experiencia artística es igual, ya que no podemos ver y sentir lo mismo. No puede un hombre que tiene unos ciertos dotes de comprensión en cuanto a la disciplina del arte; que entienda el arte como una forma de conocimiento como la ciencia y las letras, que sea consciente de la cualidad de suscitar y expresividad del arte como tal, la obra en sí misma.
Una persona para llegar a la comprensión, disfrute y valoración del arte nuevo; necesita ser educado, educarse la vista y contrastar con la teoría del arte.
Si contemplan estos dos tipos de hombres (los que entienden y los que no) un cuadro del arte nuevo, e incluso me atrevería a decir cualquier obra de arte; no van a atender a lo mismo; mientras el que no entiende sino encuentra en el cuadro elemento figurativo y aún más un elemento humano, que represente algún tipo de emoción relacionada con aspectos humanizados, no va a entender absolutamente nada. No va a detenerse en la composición, color, espacio, peso de la obra, etc. Éste solo ve las figuras humanas y sus pasiones, solo es arte para él lo que le proporcione ese contacto con las cosas humanas interesantes, esa que sean totalmente implícitas, todo narrado sin tener que pensar nada más, firme a esas fantasías e irrealidades, que para él es toda realidad; que se traduce en la cotidianidad. Lo que se salga de estas apariencias no sabe que hacer, ya que no conoce otras, su nivel de conocimiento es tan limitado que le deja fuera de toda participación y esto le crea ese miedo, que es transmitido en resentimiento y anulación como disciplina. Mientras que el hombre que entiende, lee el cuadro, éste va a regir su posición ante el cuadro atendiendo a los parámetros anteriores, que el otro es incapaz de reconocer. Se necesita una educación estética, etc., para la compresión del arte, sino se puede ver sin ver más allá.
Las experiencias sentimentales humanas como goce artístico, están totalmente fuera de los confines del arte nuevo, siendo la oposición de éste. Toda búsqueda no entiende de lo anecdótico personificado como humano. Ya que el objeto artístico sólo es artístico en la medida en que no es real.
Toda esta parafernalia está aceptada y personificada por el arte anterior, en la historia del arte, siempre ha sido puramente realista hasta el momento. Para concebir dicho arte ha sido necesario acomodar la vista a esa “virtualidad” necesaria para ver la obra, que para nada atiende a la sensibilidad artística. Basta solo con poseer sensibilidad humana. Es aquí la confusión de la masa. La cual plasma la interpretación de sus aventuras y desventuras de su vida.

En toda la historia del arte se han construido dos tipos de arte, uno para la minoría y otro para la masa, éste último siempre realista.

Es imposible un arte puro, pero siempre se recae en esta vicisitud y la purificación del arte en general. Estos semblantes son los que van a llevar al despojo evolutivo de los elementos humanos, dominantes en las obras anteriores, propias del ámbito romántico y naturalista. Hasta tal punto que casi se opte por la ausencia completa de lo reconociblemente humano. De tal actitud solo posible para el hombre que posea esa sensibilidad artística propia para la asimilación como forma de sí misma, que es el arte. Será un arte para artistas, técnicos del arte, y no para la masa; alzando o sublevando a un arte de casta, e hierático.
Hay una tendencia de los artistas nuevo a despreciar e incluso repudiar todo el arte anterior. Ya en estos artistas se aprecia considerablemente una evolución latente en un estilo claro, coherente y racional, como resultado fecundado en la evolución artística anterior. Por otra parte, es inevitable el carácter dominador que cada época nos impone.
En arte es nula toda repetición.

En el nuevo estilo se encuentran latentes ciertas tendencias enlazadas entre sí. Se tiende; a la deshumanización del arte, a evitar las formas vivas, a hacer que la obra de arte no sea sino obra de arte, a considerar el arte como juego, y, por tanto, a una escrupulosa realización. El arte según los artistas jóvenes, es una cosa sin transcendencia alguna.
La realidad que se crea en un cuadro, puede atender a dos actitudes; la realidad vivida y la realidad contemplada.
La realidad vivida es considerada por nosotros como la realidad por excelencia, que es la realidad humana. En vez de ser la idea instrumento con que pensamos un objeto, la hacemos a ella objeto y término de nuestro pensamiento.

Existe una nueva sensibilidad estética fundamentada por los artistas y los que entienden.
Analizando el arte nuevo hay una tendencia notoria en la producción a deshumanizar el arte.
Cuando en un cuadro el espectador no encuentra la figura humana, el paisaje, etc., o simplemente aparecen estos elementos deformados y descompuestos, por lo que cuesta reconocerlos, el espectador alega que el pintor no ha sabido resolverlos, no como una intención y una búsqueda estética del artista. Es incapaz de concebir esta actitud como fin.
Este arte no es sólo inhumano por no contener cosas humanas, sino que consiste activamente en esa operación de deshumanizar.
El pintor no es que no quiera pintar fiel a la realidad figuras humanas, paisajes, hechos anecdóticos; sino que pinta estas figuras pero sin que sean reconocibles físicamente a primera vista para el espectador, sino que obliga a éste a tener que contemplar la obra, para que aprecie como se han transformado esos elementos reconocibles, el artista ha actuado deformando esa realidad, como proceso intencional. No recae en esa evidencia de la imagen donde todo está contado sin dejar pie a la interpretación. El placer estético ya ha cambiado por completo, se trata del de la obra sobre lo humano. En definitiva, el triunfo sobre lo humano.
Los hombres que no entienden, esa masa; piensan que la actuación del artista nuevo de “abandonar la realidad”, es por la carencia y el no saber solucionar la obra. Cree esta masa que es muy fácil la opción del artista nuevo, huir de la realidad, pero es lo más difícil. Lograr construir algo que no sea copia de lo “natural” y que, sin embargo posea alguna subjetividad, implica el don más sublime. La “realidad” acecha constantemente al artista para impedir su evasión. Cuando el artista logra escapar un momento a la apertura asechanza no llevemos a mal un gesto de soberbia en el artista. Ortega y Gasset, José.

Es imposible poseer la percepción de la realidad vivida y la percepción de la forma artística, no puede producir esta doble mirada.

El imperativo de exclusivo realismo que ha gobernado la sensibilidad de la pasada centuria significa precisamente una monstruosidad sin ejemplo en la evolución estética. De donde resulta que la nueva inspiración, en apariencia tan extravagante, vuelve a tocar, cuando menos en un punto, el camino real del arte. Porque este camino se llama “voluntad de estilo”. Ahora bien: estilizar es deformar lo real, desrealizar. Estilización implica deshumanización. Y viceversa, no hay otra manera de deshumanizar que estilizar. Ortega y Gasset, José.


El arte no puede consistir en el contagio psíquico, porque éste es un fenómeno inconsciente y el arte ha de ser toda plena claridad. El placer estético tiene que ser un placer inteligente. Por lo que no pueden decidir una jerga de personajes totalmente carentes de goce, gusto, placer o educación; en que se basa el arte del momento. Si esto fuera así y no existiera esa minoría de entendidos, no conoceríamos el arte como tal, solo experiencias humanas plasmadas sobre tela y aplicados con ciertas técnicas pictóricas. Sólo habría “arte” para la masa, aunque si no hubiera esa minoría, todos seríamos iguales, masa. No puedo imaginarme como sería el arte en estas condiciones. Nadie veríamos más que lo puramente anecdótico, figurativo, carente, etc., y con esto no quiero decir que estoy en contra del arte figurativo, es algo mucho más complicado. Cuando algo está elaborado bajo unas normas de composición, formas, color, etc., es totalmente apreciable por el que entiende, y ese creo que es el goce.

Todo lo que quiera ser espiritual y no mecánico habrá de poseer este carácter perspicaz, inteligente y motivado. Ortega y Gasset, José.

Mediante la metáfora nos podemos evadir, de todo lo que queramos salir y de esa realidad que no nos gusta, de algún modo, aunque es lago muy leve y complicado de tratar. El origen de la metáfora, se halló que una de sus raíces está en el espíritu del tabú. Ha habido una época en que fue el miedo la máxima inspiración humana, una edad dominada por el terror cósmico. Durante ella se siente la necesidad de evitar ciertas realidades que, por otra parte, son ineludibles.
Pero si es la metáfora instrumental de deshumanización, no puede decirse que sea el único. Hay innumerables de alcance diverso. Un mismo instinto de fuga y evasión de lo real se satisface en el suprarrealismo de la metáfora y en lo que cabe llamar infrarrealismo.
Ahora se trata de eliminar la parte real y realizar la metáfora, que ocurre como tendencia de todo el arte al uso.

Decía Goethe que cada nuevo concepto es como un nuevo órgano que sugiere en nosotros. Con las ideas, pues, vemos las cosas, y en la actitud natural de la mente no nos damos cuenta de aquéllas, lo mismo que el ojo al mirar no se ve a si mismo.

Todos pensamos que lo natural es la realidad, es algo que está muy latente aún en nuestra sociedad y es muy difícil de abolir por toda el peso de la tradición.
Si nos proponemos realizar las ideas, traduciremos en su deshumanización. Tomarlas como realidad es idealizar, falsificar. Y esto es lo que se ha hecho todo este tiempo y se sigue haciendo, sobre todo, está fundamentada por esa masa. Es tan fuerte esta tendencia que todos recaemos en ella en algún momento. La hemos asumido y está en nuestro entendimiento extremadamente firme, por que poco a poco hay restar.

El pintor tradicional cuando ha elaborado un retrato pretende haberse apoderado de la realidad de la persona, que no es para nada así. Lo que ha dejado en el lienzo es una esquemática selección guiada por su mente, por sus ideas propias, de la infinitud que integra la persona real. En caso de que fuera ésta su intención, entonces sería la verdad misma y no acabaría en el fracaso inevitable. El cuadro, renunciando a emular la realidad, se convertiría en lo que auténticamente es: un cuadro, una irrealidad. Ya que de pintar las cosas se pasaría a pintar las ideas: el artista se ha cegado para el mundo exterior y ha vuelto la pupila hacia los paisajes internos y subjetivos.
Al gran público no le gusta que le engañen, entendiéndolo como que está jugando con sus ideas, que no comprenden la dualidad de la obra y su intención, como se le escapa no cabe contemplación posible para ellos. Es decir, que el público se irrita ante el engaño y no sabe complacerse en el delicioso fraude del arte, tanto más exquisito cuanto mejor manifieste su textura fraudulenta. Es evidente dicha ignorancia porque no algo evidente y reconocible para su entendimiento.

La práctica de partir de la imagen fidedigna del elemento humano; figura, bodegón, animal,… para ser utilizada como medio llegando a su distorsión, abstracción, descomposición, etc., puramente intencional, viene desde la prehistoria. Ya en la evolución del arte prehistórico vemos que la sensibilidad comienza por buscar la forma viva y acabada por eludir, como aterrorizada o asqueada, recogiéndose en signos abstractos, último residuo de figuras animadas o cósmicas.

El arte y la ciencia pura, por ser precisamente las actividades más libres, menos estrechamente sometidas a las condiciones sociales de cada época, son los primeros hechos donde puede vislumbrarse cualquier cambio de la sensibilidad colectiva.

Dentro del artista se produce siempre un choque o reacción química entre su sensibilidad original y el arte que se ha hecho ya. No se encuentra solo ante el mundo, sino que, en sus relaciones con éste, interviene siempre como un truchimán la tradición artística. ¿Cuál será el modo de esa reacción entre el sentido original y las formas bellas del pasado? Puede ser positivo o negativo. El artista se sentirá afín con el pretérito y se percibirá a sí mismo como naciendo de él, heredándolo y perfeccionándolo, hallará en sí una espontánea, indefinible repugnancia a los artistas tradicionales, vigentes, gobernantes.

En la obra de una época la voluntad de parecerse más o menos a la otra época anterior. En cambio, parece costar trabajo a casi todo el mundo advertir la influencia negativa del pasado y notar que un nuevo estilo está formado muchas veces por la consciente y complicada negación de los tradicionales.
Debe pasar una buena época para que el arte nuevo poco a poco se cure del viejo arte que le ahoga. Este ha sido el caso del alma europea.
Lo que más repugna a los artistas de hoy es la manera predominante en el siglo pasado, a pesar de que en ella hay ya una buena dosis de oposición a estilos más antiguos. En cambio, finge la nueva sensibilidad sospechosa simpatía hacia el arte más lejano en el tiempo y el espacio, lo prehistórico y el exotismo salvaje.

El nuevo estilo consiste en eliminar los ingredientes “humanos, demasiado humanos”, y retener sólo la materia puramente artística.

El artista de ahora nos invita a que contemplemos un arte que es una broma, que es, esencialmente, la burla de sí mismo. Porque en esto radica la complicidad de esta inspiración. El arte nuevo ridiculiza el arte. Al hacer el ademán de aniquilarse a sí propio sigue siendo arte, y por una maravillosa dialéctica, su negación es su conservación y triunfo. No existe una forma última, todas quedan burladas y hechas pura imagen.
Ser artista es no tomar en serio al hombre tan serio que somos cuando no somos artistas.

La nueva sensibilidad estética que reclama la acentuación de la meditación. Para el hombre de la generación novísima, el arte es una cosa sin trascendencia. Porque no se trata de que a cualquier hombre de hoy le parezca el arte cosa sin importancia o menos importante que al hombre de ayer, sino que el artista mismo ve su arte como una labor intrascendente. Ya que el hecho no es que el artista le interesen poco su obra y oficio, sino que le interesan precisamente porque no tienen importancia grave y en la medida que carecen de ella. No se entiende bien el caso si no se le mira en confrontación con lo que era el arte hace treinta años.

La aspiración al arte puro no es, como suele creerse, una soberbia, sino, por el contrario, gran modestia. Al vaciarse el arte de patetismo humano queda sin trascendencia alguna como arte, sin más pretensión. El nuevo artista quiere crear de la nada. Pero, cualquiera que sean sus errores, hay un punto, inconmovible en la nueva posición; la imposibilidad de volver hacia atrás. A las objeciones habría que añadir otra cosa: la insinuación de otro camino para el arte que no sea éste deshumanizar ni reitere las vías usadas y abusadas. Ortega y Gasset, José.

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